Por navidad, había cada año en su casa, en el antiguo salon de los caballeros, un gran nacimiento magníficamente adornado, y con buena lumbre en la chimenea; los cuadros de los retratos de los abuelos estaban adornados con ramas de abeto. Juntábanse allí los dueños de la casa y sus huéspedes; allí reinaban la franqueza, el regocijo y los cantos de alegría.
Los amos no descuidaron á la servidumbre del castillo y las habitaciones de los criados estaban adornadas tambien y provistas de manjares, dulces y juguetes. Los niños pobres del dominio señorial habían sido igualmente convidados á la fiesta y naturalmente las madres acompañaban á sus hijos; estas pobres mujeres, léjos de fijar su atencion e las golosinas, admiraban los presentes útiles que estaban expuestos encima de la mesa, tales como piezas de paño, telas de lana, lienzos, etc; los niños mayores, dotados ya de alguna reflexion, contemplaban tambien estos artículos, pero los menorcitos y los atolondrados no miraban mas que los dulces, almíbares pastelitos y juguetes.
Por la tarde del día de noche buena, los pobres de la aldea se habían juntado ya en una sala del castillo, y segun la costumbre les sirvieron aves asadas y arroz con leche; por la noche, despues de haber asistido á la representacíon del nacimiento hecha con figuras de movimiento, tomaron té, ponche y pasteles