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ANDERSEN.

« ¿Acusaréis ahora de nuestros males á Adan y Eva? Habéis sido tan imprudentes é ingratos como ellos, y no merecéis consideracion alguna. Ya podéis tomar vuestros primitivos vestidos y volved con ellos al bosque á llevar la misma vida que ántes, la cual os parecerá mas amarga que nunca. »

« Es muy singular, dijo Pedro, que se halle este cuento en ese libro; parece que se ha escrito para nosotros. No importa, añadió, me dará mucho qué pensar. »

Al siguiente dia hubo mucho que h acer en el jardín. Pedro y Cristina estuvieron expuestos muchas horas á los rayos abrasadores del sol, y despues sobrevino una copiosa lluvia que les caló hasta los huesos. Estaban, como es natural, de muy mal humor y poseídos de ideas muy sombrías, y cuando volvieron á su pobre choza, cenaron frugalmente con leche y pan moreno. Era á la caída de la tarde, y como aun se veía bastante claro, dijo Cristina á Juan:

« Vuelve á leernos el cuento del leñador. - Con mucho gusto, respondió el niño, pero en mi libro hay otros cuentos muy bonitos é instructivos que no conocéis aun. - No importa, contestó Pedro, á mi me gusta oir los cuentos que ya conozco y no otros. »

Juan leyó el cuento que le pedian sus padres ~. lo repitió varias noches.

Cuanto mas reflexiono en lo que ha sucedido á