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Página:Los zapatos colorados.djvu/38

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ANDERSEN.

Y el maldito gato se acercó de nuevo á la jaula y volvió á mirar fijamente al pajarillo que revoloteaba lleno de espanto prorumpiendo en gritos lastimeros. « ¿No hay nadie en casa? gritaba tambien Juan; ¿ no hay nadie en la vecindad que pueda venir á socorrernos?

No parecía sino que el gato adivinaba lo que estaba pasando, pues encorvó el espinazo para dar el salto. Juan agarró la manta de la cama y la agitó para ahuyentar al animal; luego se la arrojó, pero sin lograr que se alejase, ántes bien, saltó sobre una silla y de allí al antepecho de una ventana junto á la jaula.


...dió Juan un agudo chillido.


La sangre hervia en las venas del pobre enfermo que no pensaba mas que en el riesgo que corria su querido pajarito y en el atrevimiento cruel del gato.