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16 MÉXICO A TEAVES DE LOS SIGLOS Luego que la ciudad quedó desocupada, y cuando ya de ella nadie salía, Cortés entró á examinar el interior con alguno de sus oficiales y soldados. Las calles y aun las casas estaban enteramente snjembradas de cadáveres, la mayor parte de ellos en descomposi- ción, y producían tales miasmas que necesitaban hacer gran esfuerzo los vencedores para permanecer allí; y muchos, entre ellos el mismo Cortés, volvieron enfermos á los cuarteles. Los sitiados habían escarbado la tierra por todas partes para sacar algunas raíces conque alimentarse. Además de los muertos en el combate, que Torquemada hace ascender á cien mil, cifra en verdad exagerada, muchos habían perecido víctimas del hambre ó de las enfermedades que producía aquella atmósfera viciada. En medio de tanta desolación, todavía encontraron Cortés y los que le acompañaban muchos hombres, mujeres y niños que no habían podido salir ni dejar la ciudad, enfermos y abandono. débiles, esperando la muerte en el Ruinas de un arco en la iglesia de Coyoacán. (Estado actual). Tomado del natural Cortés ordenó inmediatamente á algunas de las tropas auxiliares que le acompañaban, y á muchos de los soldados de Cuauhtemoc, que procedieran á enterrar aquellos cadáveres y condujeran á los enfermos fuera de la ciudad, y él se fué con el ejército español á situar á Coyoacán, pueblo distante cerca de tres leguas de la capital, con objeto de dar descanso á la tropa y principio á la organización y establecimiento de la colonia. El botín que los vencedores alcanzaron en la toma de la ciudad no satisfizo ni con mucho las esperanzas y los deseos de Cortés y de sus soldados. Quizá porque se habían formado la idea de que México encerraba inmensas riquezas y que el tesoro de Moteczuma era muy grande, ó tal vez porque realmente vieron ellos todas esas riquezas y los mexicanos las ocultaron durante el sitio, lo cierto es que los conquistadores tuvieron por insignificante presa todo el oro y la plata que cayó en sus manos á la hora del triunfo ; y pequeña cantidad fué , supuesto que , aun pasados algunos días y llevadas las pesquisas hasta el crimen, tocaron apenas, después de sacado el quinto del rey, cien pesos á cada soldado de caballería y cantidad menor á ballesteros y hombres de á pié. Luego que la ciudad cayó en poder de los vence- dores y Cortés vio que el oro recogido no era en la cantidad que se esperaba, pensó obligar á Cuauhtemoc á descubrir el lugar en que habían ocultado los tesoros, y para conseguir ese intento, creyó oportuno dar gran solemnidad al acto de la interrogación. El emperador, los reyes de Texcoco y Tlacópam y