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PRIMERA COMUNIÓN
A María Jam.
El sacerdote te ofrendó la hostia,
Blanca como tus sueños, hija mía;
Los níveos botoncitos de tu seno
Se hincharon de delicia,
Y la dulzura del celeste pan
Reflejóse en tu candida pupila.
Uniéronse tus manos mansamente,
Doblegóse tu rubia cabecita,
Y al asiento con paso ténue, ténue,
Como medroso de empañar tu dicha,
Te dirigiste. El órgano enviaba
Un raudal de serenas melodías,
Mas tu escuchabas a tu corazón,
¡Oh música divina!
¿Qué arpa resonó más dulcemente?
¿Qué poeta compuso una poesía