Página:Malva y otros cuentos (1920).pdf/95

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
91
 

¡Eres una bruja!... No tienes vergüenza ni temor de Dios... Te das cuenta de lo que haces?

—¿Qué tengo que hacer?—preguntó ella.—Y había en la pregunta una mezcla de angustia y fastidio.

—¿Qué? ¡Dios mío, Dios mío!—exclamó Vasily, sintiendo en su corazón una cólera aguda contra aquella mujer.

Experimentaba un deseo ardiente de pegarla, de tirarla a sus pies y de hundirla en la arena, pateándole la cara y el pecho. Apretó los puños y miró atrás.

Junto a los toneles se veían las figuras de Jacobo y Serechka, que tenían la cara vuelta hacia ellos.

—¡Vete!... ¡Soy capaz de aplastarte!

Se detuvo y le murmuró en pleno rostro fieros juramentos. Sus ojos estaban inyectados en sangre, su barba temblaba, sus manos se tendían instintivamente hacia los cabellos de Malva, que se derramaban por encima de su pañoleta.

Ella le miraba tranquila con sus ojos verdes.

— Debía matarte, cochina ramera! Acabarás mal... Te romperán un día la cabeza.

Ella sonrió de nuevo, guardó silencio un instante y dijo, al cabo, dejando escapar un profundo suspiro:

—Basta... ¡Adiós!

Y volviéndose bruscamente, retrocedió. La acompañaron los aullidos de Vasily, que apretaba los dientes.