escojer los maridos, tal habria que escogiése al criado de su padre, y tal al que vió pasar por la calle á su parecer bizarro y entonado, aunque fuese un desbaratado espadachín: que el amor y la aficion con facilidad ciegan los ojos del entendimiento tan necesarios para escoger estado; y el del matrimonio está muy á peligro de errarse, y es menester gran tiento y particular favor del cielo para acertarle.
No se han de visitar ni continuar las casas de los amigos casados de la misma manera que cuando eran solteros: porque aunque la buena y verdadera amistad no puede ni debe de ser sospechosa en nada, con todo esto, es tan delicada la honra del casado, que parece que se puede ofender aun de los mismos hermanos cuanto mas de los amigos.
Decia él, y decia bien, que el casado á quien el cielo habia concedido muger hermosa, tanto cuidado habia de tener qué amigos llevaba á su casa como en mirar con que amigas su muger conversaba, porque lo que no se hace ni concierta en las plazas ni en los templos, ni en las fiestas publicas, ni estaciones (cosas que no todas veces las han de negar los maridos á sus mugeres), se concierta y facilita en casa de la amiga ó la pariente de quien mas satisfaccion se tiene.
Cuando Dios crió á nuestro primero padre en el paraiso terrenal, dice la divina Escritura