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conquistados nunca están tan quietos los ánimos de sus naturales, ni tan de parte del nuevo señor que no se tenga temor de que han de hacer alguna novedad para alterar de nuevo las cosas, y volver, como dicen, á probar ventura: y si es menester que el nuevo posesor tenga entendimiento para saber gobernar, y valor para ofender y defenderse en cualquiera acontecimiento. [1]

  1. He aqui unas máximas de la mayor importancia para todo conquistador ó monarca que se sube al trono. El gran capitan del siglo faltó desde el principio á ellas en la conquista que se propuso de la España; y persuadido á que su genio era superior á los hábitos y costumbres de loa españoles, creyó derribar de un golpe con su espada los restos del gótico edificio de las preocupaciones, que debiera haber dejado desmoronarse por si solo, y este fue el escollo verdadero en que se estrelló, casi aun mas que en la impolítica conducta observada con respecto a un monarca de quien todo lo esperaban los españoles.


REPRENSIONES.

Las reprensiones santas y bien intencionados, otras circunstancias requieren y otros puntos piden; á lo menos el haberme reprendido en público y tan ásperamente, ha pasado todos los límites de la buena reprension, pues las primeras mejor asientan sobre la blandura que sobre la aspereza; y no es bien sin tener conocimiento del pecado que se reprende, llamar al pecador sin mas ni mas mentecato y tonto. [1]

  1. En pocas y discretas palabras hace aqui Cervantes el retrato del verdadero y el falso celo, que suele animar á los que reprenden; y si el falso es tan odioso en las reprensiones privadas ¿qué efecto podrá producir cuando se ostenta profanando la cátedra sagrada, como se ha visto en estos desgraciados tiempos para inspirar la venganza con el pretesto de religion y el rencor y el odio con las apariencias de celo? Al reflexionar el daño que semejantes necios, por no decir malos ministros del altar, hacen á la religion que pretenden defender, no puede uno menos de esclamar con Inarco.
    «¡Oh virtud, como te ultrajan!»