mente en un instante bajo los climas meridionales, donde el alma no quiere ser menos armoniosa ni menos pródiga de encantos, que la naturaleza en que respira.
El alma de una bonaerense, se marchitaría y moriría dentro de si misma, si la faltara un instante el hálito de las ilusiones y del amor, que ella absorve en la luz suave y azulada que refleja sobre las nubes de cisne de nuestro cielo: de las brisas sútiles que perfuman en sus jardines del Paraná, y de las perspectivas variantes y poeticas de la hermosa y virginal naturaleza que nos rodea.
Pues bien; a esa edad Manuela, esa criatura del Plata, cuyos ojos húmedos y claros, cuya tez pálida y boca voluptuosa, revelan con candidez que es una hechura perfecta de su clima, no ha podido sentir una pasión de amor; o la ha sentido escondiéndola en los misterios