Rosas, cometerían una infamia, o se le ofrecerían de payasos sin repugnancia, por que el terror ha gastado en ellos la dignidad, y su amor propio.
En medio de esos reptiles Manuela es un Dios.
Más fuerte, más sabia, más independiente que todos ellos, su voluntad domina en todos. Y cuando sus ojos les honran con una mirada, no hallan otra que la sostenga con valor.
A medida que ellos se postran, el espíritu de esa mujer se levanta, y se dice así mismo y con razón, cuantos se me acercan son inferiores a mí.
Así, ninguno de esos hombres pueden inspirar una pasión noble y orgullosa en el corazón de Manuela ninguno puede levantarla a esa altura de engreimiento y vanidad por su querido, que hace la gloria de las mujeres; ninguno, en fin, puede despertar en su alma esas ilusiones abrillantadas con que