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Por el sendero de la selva se aleja una mujer. Hay en su rostro huellas de hermo- sura y sus ojos marchitos conocieron las lla- mas. Camina lentamente, apartando las ramas que le impiden el paso, y al verla los pájaros huyen...

TT.

Desde la tarde en que el príncipe había salido de caza y que unos aldeanos lo hallaron inerte en una selva lejana, Jorza se había vuelto sombrío, su rostro estaba pálido, sus labios contraídos, sus ojos se tornaron melan- cólicos y siempre contemplaban lejanos hori- zontes. Sus ministros y sus siervos obser- varon extrañados el cambio, pero nada dije- ron; ¿qué importaba que el príncipe muriera consumido por su secreto mal?; ¿no era aun peor caer de la gracia de Jorza por alguna indiscreta palabra? Pero esto no evitaba ve- lados comentarios de los habitantes del palacio,

al hallarse lejos de la mirada de su amo.