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MEMORIAS

VII

Habia olvidado decir que la dueña del zapatito de marras era casada.

De modo que de su marido, de frai Hilarion i del padre maestro podia decirse con toda verdad que vivian como tres en un zapato.

Miéntras tanto, a mí se me hacía concurrir a las clases de latin i de teolojía; pero, si he ser franco i modesto, diré que, despues de las clases, me quedaba tan en ayunas como antes de ellas.

Un dia, el maestro de latin me hizo salir al medio de la sala i me preguntó:

¿Quid est canis inter nos? (¿quién es perro entre nosotros?), i yo respondí tres veces en frances:

-Moá, moá, moá.

Todos largaron una estruendosa carcajada i convinieron en que me sobraba talento para la lingüística, i que sólo de puro desaplicado no habia respondido ego, que era como debia responder.

Por esta falta mi maestro me puso de rodillas en medio de la sala durante un cuarto de hora.

Otra vez, en clase de teolojía moral, esplicaba el teólogo el quinto mandamiento del Decálogo, i decia a sus alumnos que ese precepto nos prohibia tambien maltratar a los animales por aquello de a tu prójimo como a tí mismo.

Y de a sus piés, i al hacer un movimiento me pisó una pata.

Fué tan agudo el dolor que me produjo el pisoton, que le di una tarascada en un tobillo.

A su vez, el maestro me dió un puntapié que me hizo ver candelillas.