aguas me estaba consolando, la dueña de casa me dió un palo tan feroz, que me dejó coja. Desde entónces, me llaman Patti-coja.
—Pues bien, mi querida Patti-coja, ahora voi a llevarte a una casa de mucho respeto, i es menester que ámbos callemos nuestras pasadas faltas i aparezcamos a los ojos del patron como perros desgraciados i sin ventura...
—Lo de ménos es eso... Tú sabes que nosotras las hembras nos pirramos para lo que es disimular nuestros defectos... i los ajenos...cuando nos conviene.
—Torquemada!
—¿Papá?
—Olvida todo lo que has aprendido en el internado de San José, porque nuestro nuevo patron es hombre mui honrado i detesta el robo i la hipocresía...
—Bueno, papá... aunque voi a echar de ménos mis oraciones i mis latrocinios... ya que usted me lo manda...
—Sí, te lo mando perentoriamente!
XIX
Cuando llegamos a casa de don Querubin, éste recibió con los brazos abiertos a mi cara mitad i a mi único vástago.
Instalados tranquilamente en aquel hospicio de caridad, nos consideramos felices. ¡Allí, para a dicha nuestra, ni habia hermanas de caridad!
Desde ese dia me puse a escribir estas memorias, que de algo podrán servir a mis paisanos.
Para terminarlas estaba, cuando me acometió