Página:Mendoza Carcel mujeres.djvu/13

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Bajo al comedor y me ubican en una mesa larga. Visto el uniforme de las recluídas, ocupo un asiento junto a ellas, como de consuno y siento el tragar im- petuoso del potaje oscuro y pesado en las gargantas ávidas.

A mi izquierda una negra cara de murciélago; al fren- te una mujer rubia y fuerte emanando un no sé qué de serenidad rústica; a mi derecha, una mujer grande fresca, que me mira azorada y al sesgo, una muchacha casi sin dientes, que no puede comer de la risa que le causo con mi actitud.

Conversan en voz baja.

—“'¡Mis pobres hijos me han de extrañar!”

—“¿Y no han hecho las gestiones con el tipo ése?”

—“Sí, mujer. Seiscientos pesos le cuesta esta broma a mi marido. Pero será la última vez que me pesquen!”

—“¿Te vas?”

—“¡Pá España! Pa no ver más a éstos”.

—“¡Te vas con los bolsillos bien forrados !”

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