Página:Mendoza Carcel mujeres.djvu/18

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida

ANGÉLICA MENDOZA

lejos en Callao, los separa la hondura de la mañana y la realidad objetiva de lo largo y de lo ancho.

Se agolpan las mujeres en la ventana, riendo y ha- ciendo señales amenazadoras a los hombres.

—““Ché, mirá los cusifais esos”.

La religiosa que dirige la clase aún no ha venido. En tanto crece la jarana. Comienzan los llamados telé- fónicos desde la portería del asilo informando de la lle- gada de las fichas o de las multas.

—“A mí no me asusta venir al asilo. Ya me han en- canao siete veces; pero como mi marido es amigo de un auxiliar de policía, la ficha me llega pronto. Pago la multa y listo”.

—“¿Cuánto te toca pagar ahora?”

—“Cincuenta pesos. Pero, qué me importa. Esta mis- ma tarde me los gano con unas patinadas.”

Una negra mulata, Esperanza, mazo oscuro de carne golpeada por los años y el ajetreo, se depila con finura las cejas.

—“Cuando una se vuelve vieja las cosas cambean. Nadies me ha querido ayudar. Cuando era muchacha me seguían los machos, como las hormigas al queso. En Mar del Plata teníamos una churrasquería y un quilom- bo. ¡Si habré ganao plata!) Qué le vamos a hacer! Aho- ra de cuando en cuando hago un trabajito y lo hago con gusto, acordándome de mis buenos tiempos. Una vez fuí a una casa que necesitaban cocinera. Yo no sé si por la estampa que tengo o porque averiguaron en la policía, la patrona se asustó. La cuestión es que a las dos horas de rascar los tachos de la cocina se me

== 16 =—