CÁRCEL DE MUJERES
Si nos situamos dentro de la realidad social que vi- vimos es posible que tengan razón. En efecto es una actividad que solo tiene valor en una sociedad de cla- ses en la que no solo una clase explota a otra y vive a sus expensas, sino también en la que media huma- nidad -- la mujer — vive oprimida por la otra, el hom- bre.
Por un lado cientos de mujeres que viven la mono- tonía de sus vidas en el encierro y el alejamiento de los hombres; por otro millares de hombres que viven aplanados por la solución miserable de su urgencia sexual. Para satisfacer a ésos perseguidos del hambre de la especie y para guardar la virginidad de éllas, la civilización lanza al mercado una nueva mercancía: la prostituta.
La prostituta que corre detrás del comprador no cree realizar una labor deprimente ni trascendental. Sim- plemente un cambio de valores. Ella dá el goce, el hombre el dinero. Existe en esta situación una corre- lación de valores que están condicionados por la éti- ca capitalista.
Hay un hecho que la prostituta ni admite ni perdona ni justifica y sí en cambio, la humilla profundamente: cuando el hombre no paga el precio del goce. Y es en esto que radica esencialmente su moral, su moral bur- guesa, su moral de explotadora de su sometido: el hombre.
Cuando se refieren a él, lo hacen en condición de empresarias: discuten las posibilidades .del mercado, el tiempo a emplearse y la energía a gastar. Para la
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