CÁRCEL DE MUJERES
hilo y zapatos de satin con tacos dorados; sacos de punto cubriendo el brillo del fulgurante. Perfumes violentos que marean por el exceso de alcohol, jabo- nes oliendo a esencia de nirvana derrochada con siria generosidad.
Su cuidado personal se reduce a una higiene muy somera, pero eso sí su aspecto decorativo externo no es descuidado. Desde la mañana se tiñe de azul o ne- gro los párpados, coloca el rimmel y los coloretes amen de un lunar en la mejilla o en el mentón, se depila las cejas y coloca gomina en sus cabellos.
Sus hábitos coinciden con ese cuadro externo. Son ha- raganas pues no saben coser, ni bordar, ni tejer, ni zur- cir, ni confeccionar sus ropas. Les place permanecer echadas aunque sea en el piso, sin cuidar sus pren- das. No tienen amor por sus ropas. Una mujer cedió un tapado de loutre para que durmiera sobre él a una negra sudanesa, que se tendía largo a largo en el pa- tio. Usan las medias hasta que se les rompen, luego las arrojan sin lavarlas ni haber sufrido un zurcido. Unas a otras se roban con limpieza y nadie siente la ropa perdida. Es frecuente verlas andar sin medias por haberlas perdido o por que ya se han roto.
Ese desprecio absoluto por la prenda de vestir de- be ser la consecuencia de la condición de su trabajo. Tienen conciencia de la facilidad de la ganancia y sa- ben que el mercado siempre está abierto.
Su tipo es genérico. Posee una primitiva estilización de rea que se repite en cada una de éllas. Por éso es tan fácil identificarlas hasta en un ambiente como el
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