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nos sólo Lúculo mereació gozar en la vejez lo que avía ganado en la mocedad. Después que Lúculo vino de Asia y vió que la república estava partida en parcialidades de Silanos y Marianos, acordó de dexar la corte romana y hazer unas casas cabe Nápoles, sobre la mar, que agora llaman Castil del Lobo, adonde estuvo otros diez y ocho años, basta que murió rodeado de regalos y ahorrado (1) de enojos. Era la casa de Lúculo muy freqüentada de todos los capitanes que iban a Asia y de todos los embaxadores que venían de Roma; y como una noche no tuviesse huéspedes y su despensero se escussasse averle dado corta y pobre cena porque no avía quien con él cenasse, respondióle con muy buena gracia: «Aunque no avía huéspedes que cenassen con Lúculo, avías de pensar que Lúculo avía de cenar con Lúculo. Plutarco, contando los exercicios de Lúculo después que se retraxo & su casa, dice: «Quotidie in suam bibliothecam intrabat, velut in quoddam amoenissimum locum musarum, et ibi legendo, loquendo et disputando, tempus terebat.» Como si dixesse: «No passava día que no se retraía Lúculo en una gran librería que tenía, en la qual él con otros y otros con él, leyendo, disputando y platicando passavan su tiempo. Deste tan notable exemplo se puede coligir que no está la bienaventurança en que tenga uno a su plazer de comer, sino en que le dé Dios reposo para que lo pueda gozar. Helio Esparciano dize que el em(1) Ahorrado: libre.