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tría, y para acabarla, fortuna; mas para sustentarla digo que es menester buen esfuerço, y para menospresciarla, grande ánimo; porque más fácilmente menosprescia uno lo que vee con los ojos que no lo que ya tiene entre las manos. A muchos ilustres varones emos visto sobrarles fortuna para emprender y aun para alcançar grandes cosas y después no tener ánimo para descargarse y aliviarse de ninguna dellas; de lo qual se puede muy bien coligir que la grandeza del coraçón no consiste en alcançar lo que él mucho dessea, sino en menospresciar lo que él más ama. Apolonio Tianeo menospresció a su propia patria y atravesó toda la Asia por irse a ver con el filósofo Hiarcas en la grande India. El filósofo Aristóteles menospresció la gran privança que tenía con el rey Alexandro, no por más de por tornarse a su academia a leer filosofía. Nicodio el filósofo menospresció el inmenso tesoro que le dava el gran rey Ciro, por no le querer seguir en la guerra ni doctrinar en la paz.

Anaxilo el filósofo tres vezes menospresció el principado de la república de Atenas, diziendo que más quería ser siervo de los buenos que no verdugo de los malos. Cecilio Metelo, famoso capitán romano, nunca quiso aceptar la dictaduría que le daven ni el consulado que le offrescían, diziendo que quería comer en paz lo que con mucho trabajo avía ganado en la guerra. El gran emperador Diocleciano a todo el mundo es notorio de cómo renunció el imperio, y esto no por más de por huir los bullicios de la república y por gozar del reposo