el sacerdote del pueblo, que reúne las partes finalmente en una cena.
Como observación general, las costumbres de la clase baja del país son mucho mejores que las nuestras y los de la parte superior no son tan buenos —no tan a menudo basado en verdadera cortesía de corazón y deseo genuino de servicio. El mexicano promete cien cosas que no tiene la intención, a menudo sin capacidad de llevar a cabo. El estadounidense no está exento de sus defectos —los más la pena, pero a manera general pretende hacer lo que él acuerda. A menudo hará contra el mexicano el reproche de ser evasivo a la falta de reconocimiento de la importancia de cumplir con su palabra.
Cada grupo considerable de residentes extranjeros, como los franceses, alemanes y españoles, tienen su bonito casino, o casa club, que es un recurso permanente para la diversión de los miembros.
Un viajero francés hace tanto como 1838 se queja del comportamiento no sociable de los mexicanos. Si todavía se observan algo por el estilo, por lo tanto, no es nuevo.
"Ellos abundan," dice, "con finas frases superfluas, y es de esta manera fácil que ellos mismos se descargan de sus obligaciones".
Todos los que conocen la vida Europea, sin embargo, son conscientes de que el teatro y el café, con personas de la raza Latina, en gran medida remplazan la visita social y entretenimiento en casa imperante entre los anglosajones. Nuestros vecinos de al lado, después de todo, podrían sólo haber seguido, haciéndolo un poco más severo, las tradiciones de la antigua España. Las damas no aparecen a menudo en los cafés, pero a menudo están en sus palcos en los teatros, a los que se suscriben por temporada; y que irían aun con más frecuencia,