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ANTIGUO MÉXICO Y SUS PROVINCIAS PERDIDAS.

No puedo decir exactamente por qué visité tantas prisiones. Tal vez porque estaban siempre a la vista, junto a oficinas públicas y los prisioneros son bastante alegres, que hacían lo que podían para atraer la atención. En Cholula les encontramos tejiendo, un telar manual de tipo primitivo, cinturones brillantes de rojo y azul, que se venden en parte para su propio beneficio. Sus alojamientos son favorables comparados con el cuartel al lado. Cuando preguntamos acerca de ellos detuvieron el trabajo y escucharon atentamente. Los guardias, creo, pensaban que estábamos tratando de identificar a algunas personas que no nos habían robado —no concebían esa visita por el puro placer de hacerla.


III.


Cuando pregunté sobre el camino a Tlaxcala hubo tal ignorancia sobre el tema en mi hotel, en Puebla, que casi parecía que era la primera persona que pudo haber ido alguna vez allí. Un lujoso inglés me abandonó en esta parte de la expedición, afirmando que nadie sabía si existen medios de transporte de la intersección, si incluso hay Posadas. Le parecía un caso de sentarse en una puerta tlaxcalteca y perecer de hambre o ser arrastrados por los torrentes de la temporada de lluvias. Encontré, sin embargo, que hay una elección de dos trenes al día y fui solo. ¿Qué pasa entonces? Supongo que Cortés hizo bastante más que eso. Tlaxcala fue el menos amenazador y terrible de todos sus enemigos. Hizo su camino con obstáculos insuperables, y fue sólo por la Alianza de los bélicos tlaxcaltecas, cuando finalmente les ganó a su causa, que efectúo la conquista de México.

El recuerdo involuntariamente me había dado ideas bastante oscuras y deprimentes de Tlaxcala, como un lugar de