minería, y tiene una buena situación para desarrollo futuro. Ha derivado en su tiempo un beneficio considerable por suministros al ejército y de un comercio de contrabando con México. Los bienes de este último fueron llevados por equipos, entonces "empaquetados" sobre los pasos de montaña, en burros, a los puntos objetivos de Altar y Magdalena, en la Sonora de cactus, árida.
Los comerciantes en Tucson, una vez más, son en gran parte judíos. Un cierto tipo de "vida" prevalece libremente, como en Tombstone. Ruleta, faro y otros juegos de azar se juegan mucho en los salones principales, mientras que los mexicanos pobres apuestan en pequeño en sus fondas propias, donde alguna horrible litografía de Hidalgo o Zaragoza los mira desde las paredes. Allí no hay, sin embargo, el aire colérico y peligroso del Tombstone.
La gente te da el paso si lo deseas y no parecen estar ocupados exclusivamente en buscar alguien que les cosa las colas de sus abrigos.
Si Tucson no tiene restos históricos propios, tiene uno de los más bellos posibles en sus inmediaciones, la antigua iglesia de la misión de San Xavier del Bac.
San Xavier esta en la reservación de indios Pápagos cristianizados, en el Valle de Santa Cruz, diez millas hacia el sur. Es una sensación nueva incluso para uno de México, que se halague a sí mismo de conocer el estilo completamente. Este antiguo hito de una civilización de frontera que, desde su destrucción, no ha sido incluso ni ligeramente abordada en su tipo, no es superado en México o fuera de el por su curiosidad, cualidades de forma y color y el suave sentimiento de melancolía que apela al sentido artístico. El viejo padre tiempo ha trillados con pesados pasos en los balcones de madera verdes en su frente, roto sus pisos y dejo partes de ellos colgando libremente. Las campanas originales de bronce de dulces tonos