Esto es muy cierto; pero se olvidó el efímero emperador, así como muchos de sus sucesores republicanos, que el despotismo nunca puede educar a los ciudadanos para los derechos de la libertad.
Sólo una vez antes —a la llegada de Maximiliano— ha habido un revuelo que podría compararse al presente en un país que hasta ahora parece haber sido ignorado por los progresos del siglo. Se podría entonces haber establecido un gobierno seguro, mucho se habría hecho. Pero llegaron los nuevos llegados como maestros, no como amigos; y las condiciones eran totalmente desfavorables. Las mejoras reales, demasiado, lejanas de las destinadas a la escarcha y la comodidad del trono, no eran sino la sombra de las propuestas de hoy.
Aquí se escuchó y discutió la iluminación eléctrica más eficiente de la ciudad; hubo la apertura de minas de carbón; aquí el establecimiento de ingenios azucareros, fábricas de calzado, fábricas de algodón. Hubo arqueólogos, constructores de