LA carretera de Sonora ya esta construida y en operación mientras escribo. Es un tramo de trescientas millas, de la frontera de Arizona, al puerto de Guaymas, cerca del centro de la línea de la costa del Golfo de California. Su conexión en Estados Unidos es un ramal de Atchison, Topeka y Santa Fé, desde Benson, a través de Calabasas, a la frontera en Nogales; y otro se propone, por Pacífico del Sur en Tucson. La gestión de esta empresa, así como de la Gran Central Mexicano, es prácticamente por Atchison, Topeka y Santa Fé.
Su curso es a través del estado de Sonora. Suprime el viejo sistema de transporte de tren por bueyes y la línea de polvorienta de diligencias de Tucson. Se encontraron fallas con, entre otros, por los salvajes Apaches, cuyo refugio ha sido del norte de México por mucho tiempo. Sus depredaciones, con su territorio penetrado por ferrocarriles, deben terminar pronto de una vez por todas. Los otros indios del estado —Yaquis, Mayos y Ópatas— son dóciles y hay una dependencia principal de mano de obra barata. La carretera toca minas, y, por medio de un ramal, lo que es aún más importante para México, los valiosos campos de carbón de Santa Clara. Tiene la pequeña ciudad de Hermosillo, con sus plantaciones, regadas por acueductos, en su curso; y su puerto de Guaymas es cómodo y protegido.