de la población más útil de Veracruz—los primeros siendo los obreros de las autoridades de la ciudad, los últimos los carroñeros de las autoridades de la ciudad. Es un alto crimen matar a un zopilote. Está bajo la protección de las leyes y anda por las calles con tanta despreocupación y "provocadora" con una apariencia de "señores de negro," quien elije los pecados de nuestras almas como estas criaturas recogen las impurezas de las calles.
La Mole o muelle, es de buena mampostería y equipado con escaleras y grúas para el desembarco de mercancías, aunque por la gran violencia del océano durante los Nortes y la gran falta de reparaciones adecuadas, es probable que sea completamente arruinado. En un clima pesado el mar lo sobrepasa claramente; sin embargo, esto y el castillo de San Juan en un banco de tierra cerca de una milla, ¡son las únicas protecciones para los barcos de todas las naciones y el comercio de más de la mitad de la República!
Pasando de la Mole se entra a la ciudad por una pasarela inacabada, cerca de la cual Santa Anna perdió una pierna durante el ataque de los franceses en 1838. Más allá de este portal es una gran plaza, que está rodeada con edificios de aduana—aunque ahora hay un síntoma de escasa piedras en ellos excepto por el granito, la mayoría de los cuales ha sido importada desde los Estados Unidos. Desde este lugar, unos pasos a la izquierda te llevan a portales de una calle y pronto te encuentras en la plaza pública de la ciudad, que, aunque de pequeñas dimensiones, es limpio y sustancial. Al oriente, norte y el oeste, limita con grupos de nobles de edificios, construidos sobre arcos ligeros—el del este, con la espalda al mar, siendo la residencia del exgobernador, y todavía apropiados a los fines civiles y militares del Estado. En el sur de la Plaza esta la iglesia parroquial, con sus paredes ennegrecidas por humedad del mar y zopilotes.
Las calles de Veracruz, se entre cruzan en ángulo recto, están bien pavimentadas con piedras lisas y las aceras están cubiertas con un cemento similar al brescia. Las casas, en general, son extremadamente bien construidas para adaptarse al clima y aunque la arquitectura no es muy imponente, aún con sus techos planos, toldos parcialmente coloreados y vista de mujeres y flores desde en sus ventanas, hacen la ciudad fresca y pintoresca. Sobre todo, debo confesar que he visto ciudades con peor aspecto que Veracruz, incluso en la "tierra de fotografía" de Italia; y cuando, desde los techos de las viviendas, miro el mar abierto al frente, las calles extremadamente limpias y la desolada Costa de arena y arbustos raquíticos, que se extiende hacia el norte y el sur hasta donde el ojo llega, estoy sin saber por qué está tan maldecida con la enfermedad. San Agustín, Santa María y un centenar de lugares a lo largo de nuestra costa sur, tienen infinitamente más la apariencia de nidos de malaria.
Se dice que en el periodo de la historia temprana de este país. Veracruz no estaba tan enfermo como de los últimos años, y que, aunque hubo ocasionales ataques de fiebre violenta, no fue sino hasta 1699 que el Vomito Negro hizo su aparición. En ese año un buque inglés llegó al puerto con un cargamento de esclavos y con ellos llegó esta fatal enfermedad.
Las crónicas españolas de la ciudad, de esa fecha, dan la más temible