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MÉXICO.


de los Estados Unidos la protegería en caso que un pie hostil se asentara en sus costas. Ella aseguraría la integridad de este continente y liberaría a su gente de los peligros que les amenazan desde el extranjero, siempre que un Ministro está obligado a reclamar sus deudas, o le amenacen con un "último argumento" conocido por diplomáticos y Naciones Unidas.[1]

Un modo favorito de levantar préstamos en México, para beneficio del Gobierno, ha sido el de concesionar permisos a comerciantes (principalmente hombres ingleses) para introducir algodón trenzado en la República. Este es un artículo prohibido;—prohibido con el fin de valorar los establecimientos de producción del país. Que estos han progresado de manera muy considerable, y han totalmente sobrepasado la producción de los plantadores de algodón de México, será visto por la tabla adjunta, que he obtenido de las fuentes más auténticas.

ESTADÍSTICAS DE MANUFACTURAS MEXICANAS.
No. de fábricas en cada departamento. Husos
establecidos.
Husos
en erección.
Total.
In México, - - - - - 12 30,156 -- 30,156
 " Puebla, - - - - 21 35,672 12,240 47,912
 " Vera Cruz, - - - 7 17,860 5,200 23,060
 " Guadalajara, - - 5 11,312 6,500 17,812
 " Querétaro, - - - 2 7,620 --- 7,620
 " Durango, - - - - 4 7,620 --- 7,620
 " Guanajuato, - - - 1 1,200 --- 1,200
 " Sonora 1 1,000 --- 1,000
53 107,340 23,940 131,280


  1. * No pensé aludir en este trabajo, a los tejanos o las expediciones de Santa Fe: pero no puedo pasar esta ocasión pasar sin tener el testimonio de los corazones amables y generosa disposición de los mexicanos, en cuanto a los prisioneros de esa aventura mal habida. Es cierto, que varias personas relacionadas con él eran solo viajeros y comerciantes, totalmente ignorantes de los propósitos del resto; pero creo ahora no ha duda que el gran cuerpo de las tropas entretuvo la idea de revolucionar el departamento de Nuevo México. Sin embargo estos hombres no tuvieron corte marcial ni fueron ejecutados. Se vieron obligados a someterse a una larga y cansada marcha a la Capital, y algunos de ellos fueron, a México, Puebla y Perote. Encadenados y tratados con indignidad por los funcionarios del Gobierno. Pero he oído a todos hablar en formas de la más sentida gratitud de la continua solidaridad expresada a ellos por los ciudadanos. Los mexicanos los visitaron; les envió comida y ropajes; intercedieron por ellos y usaron todos los esfuerzos posibles para mitigar sus sufrimientos. Los oficiales tuvieron muchos privilegios por sus cuidadores, y por último, todos fueron liberados, después de haber jurado no tomar las armas contra México. A pesar de este juramento, varios de ellos apenas desembarcaron en Texas cuando volvieron en matriz hostil contra el Gobierno que les liberó, y aunque algunos fueron capturados una vez más en territorio mexicano, supe que han salvado sus vidas, y que ellos probablemente otra vez serán liberados. Se me debe permitir, en esta nota, mencionar al valiente Coronel Cooke, (oriundo de Virginia, quien comandó una división de la expedición,) como uno de esos héroes raros, cuya caballerosidad nos recuerda los días de romance. En la batalla de San Jacinto, se dice, que salvó la vida de Santa Anna interponiéndose entre las tropas enfurecidas y el General capturado, cuando fue llevado al campamento de Houston. Me han dicho que Santa Anna recordó su nombre, tan pronto como se enteró de que una persona llamada Cooke estaba en la expedición de Santa Fe y decidió liberarlo si probaba ser su salvador. A la llegada de Cooke a México, el Presidente envió y le cuestionó estrechamente de los hechos, pero Cooke constantemente negó su identidad. Cuando fue reprendido por sus amigos, exclamó, que él no podría acogerse a tal ventaja obtenida meramente por guerra honorable, y había decidido compartir la suerte de sus compañeros, cualquiera que esta fuera. Juntos habían sido capturados, juntos se someterían a los sufrimientos de la prisión, y juntos serían liberados, o muertos. Mantuvo su promesa hasta lo último y el 12 de junio, 1843, marchó al frente de su pequeña banda ala revista en que Santa Anna, en persona, les liberó.