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MEXICO.

más valiosa mercancía y metales preciosos. Forman una gran parte de la población, sin embargo, ninguna clase similares en otros lugares los supera en vocación de honestidad, puntualidad, resistencia paciente y hábil ejecución del deber. Tampoco es la menos notable cuando nos damos cuenta del país a través del cual viajan—su estado perturbado— y las oportunidades que ofrece como consecuencia de la transgresión. Nunca estuve tan sorprendido con el error de juzgar simplemente a los hombres por su vestido y fisonomía, como con los Arrieros. Un hombre con ojos salvajes y feroces, pelo enredado, pantalón cortado y chaleco grasiento que ha usado durante muchas tormentas—una persona, de hecho, a quien no le confiarías llevar un abrigo viejo la sastre para reparación—es son frecuentes en México, el guardián de las fortunas de los hombres más ricos durante meses, en difíciles viajes entre montañas y desfiladeros de las tierras interiores. Él tiene una multitud de peligros y dificultades para lidiar. Él las supera todos— nunca lo roban y el nunca roba—y, en el día designado, llega a su puerta con un saludo respetuoso y le dice que sus productos o dinero ha pasado las puertas de las ciudad. Sin embargo, esta persona es a menudo pobre, sin fianza ni garantías—sin nada más que su nombre justo y su palabra sin romper. Cuando se le preguntarle si se puede confiar en su gente, él regresará la mirada con una expresión sorprendida y golpeará su pecho y su cabeza con un desprecio orgulloso de que se cuestione su honor, exclaman: "Soy José María, Señor, por veinte años Arriero de México: todo el mundo me conoce!"

Lamento, solo haber podido dar un contorno mínimo de Jalapa, que, con toda su belleza, hasta ahora solo se ha asociado con nauseas en la mente de la droga crece en el barrio al que ha dado su name.*

Una escena hermosa, abarcando casi la totalidad de este pequeño Edén, se me presentó al llegar a la cumbre de la última colina sobre la ciudad. Una barranca, profunda, precipitada y verde como si con musgo desde la margen de un manantial del bosque abajo, tenia por todos lados naranjos en flor y produciendo, palmeras cabeceando y rosas y acacias perfumando el aire con su fragancia y asomándose entre las paredes blancas de viviendas, conventos y campanarios. En el siguiente cuarto de hora, las nieblas que habían acumulado alrededor de las montañas, se fue en remolinos hacia abajo de los picos a lo largo del cual estábamos viajando, y como el viento ocasionalmente se llevo al vapor, pudimos ver a nuestro alrededor nada pero llanuras salvajes y brazos de montaña cubiertos con basura volcánica, lanzada en mil formas fantásticas, entre las cuales creció una raza resistente de pinos de apariencia melancólica, entremezclados


* Para dar una idea de la profusión de fruta en Jalapa declararé un hecho. Le di a un sirviente francés un real (doce centavos y medio) para comprarme unas naranjas, y al poco tiempo regresó con un pañuelo lleno a punto de romperse bajo la carga—había recibido cuarenta por el dinero.

Le conté la historia a un Jalapeño con sorpresa: "Lo engañaron" dijo: "casi dobló el número".