Página:Mexico as it was and as it is.djvu/85

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
52
MÉXICO.

Hay pocas cosas más hermosas que el saludo de una dama mexicana. Entre ellos nunca se saludan sin abrazar. Pero para hombres y extraños en la calle, levantan la mano derecha cerca de los labios, suavemente inclinan la cabeza hacia ella y elegantemente aleteando sus dedos, envían su reconocimiento con un arco del ojo que es casi tan fascinante como un beso.

La conclusión universal del día con una dama de moda en México, es el teatro. Ella comienza con misa, a la que camina en la mañana con su mantilla alrededor de su cabeza y cayendo en pliegues de encaje espléndido sobre su pecho y los hombros. Pero la noche debe terminar vestida de gala en el teatro o la ópera. Es tan regular y obvio como sus comidas.

Es entonces posible contemplar a la mujer mexicana en perfección. Y sin embargo, a confesar la verdad, no puedo decir que son hermosas según nuestras ideas de belleza en Estados Unidos.

No ves esas pieles encantadoras y complexiones rosadas, ni observas esa variedad de matiz que viene desde el mestizaje de muchas naciones en nuestro suelo; pero hay, sin embargo, algo en las mujeres mexicanas, sean blancas o morenas, que embrujan al mirarlas: es, quizás, una expresión universal de dulzura y delicadeza confiada.

No hay mucha regularidad de fisonomías; no hay "frentes áticas y narices de Fidias;" no labios de "capullo de rosa cuyos besos hacen dejar el nido" ninguna simetría majestuoso que obligue admiración; pero sus ojos grandes, magníficos, donde el alma de ternura parece vivir y su gracia natural, conquistan a cualquiera. Su andar es lento, majestuoso.

La mujer más común de clase medios que encuentres en la calle, con faldas caprichosas y su chal o reboso, se pavonea como reina—sus pies tan pequeños casi deformes. Su figura, aunque plenamente regordeta, nunca piensas que es demasiado gorda; su entusiasmo animado siempre parece templado y delicadamente apagada por la suavidad de su ojo, y tu siente que su complexión, amarillenta o morena como es a menudo, aún no es más que

"El madurar de la fruta que dice
Qué tan rica aquí es la dulce alma que vive."

Doy bocetos opuestos del vestido de mujeres de la clase baja, como se ve constantemente en la casa y en la calle, con y sin el chal, o reboso. Sin él el vestido es apenas un vestido: una prenda—además de una falda— amarrada con una faja en la cintura, mientras que el cabello cae en una trenza largo hacia abajo de la espalda. Con el— su vestuario se compone. Lanzado correctamente sobre el hombro izquierdo y a través de la boca—solo ves los ojos, que son su mayor encanto, y ella nunca intenta ocultarles o descuidar su poder.

Al hablar de los ojos finos, los bellos pies y la majestuosa pisada de las damas mexicanas y su traje, no debo olvidar mencionar que un chal de crespón bordado de India, brillando con todos los colores del