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Mis últimas tradiciones

215 De, opuse resistencia á la tropa, se cambiaron balas y hubo muertos y heridos, y el bochinche fué sofocado Me alegro y vuelvo á alegrarme.

Entretanto Jáuregui, con la paloma por supuesto, estaba en su hacienda de Huanta, á cinco ó seis leguas de Ayacucho, y sus peones, bien armados y municionados, habían también rechazado una embestida popular.

El obispo se limitó... á lo de siempre: —excomunión y tente perro.

La justicia, por hacer que hacemos, enredó el asunto en papel sellado, y aunque el juez llegó á librar mandamiento de prisión contra el excomulgado, no halló forma de hacerlo efectivo. A la postre, lo dejó en libertad, bajo de fianza y la causa siguió á paso de tortuga renga.

El presidente de la república y otros magnates patrocinaban á Jáuregui y tanto que, en 1851, se le nombró sub—prefecto de Huanta, por considerarlo el gobierno como hombre preciso para alcanzar el triunfo de una candidatura oficial.

Fatalmente, á los belicosos huantinos les supo á chicharrón de sebo el nombramiento, y en la primera oportunidad propicia se rebelaron contra la autoridad provincial. Jáuregui y la monja escaparon milagrosamente, y fueron á refugiarse en un pueblo de la provincia de La—Mar.

Y allí vivieron tranquilamente, como vive todo matrimonio bien avenido, hasta 1860 en que la flaca se llevó al amante.

¡Cosa curiosa y que explotó á su sabor el fanatismo suFersticioso: Tuvieron hijos, y todos varones. Item, los nenes, tan luego como eran bautizados, volaban al otro mundo.

Muerto Jáuregui volvió la monja á su convento, donde pasó veinte años de vida asaz penitente. Murió en 1881.