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Mis últimas tradiciones

LAS POETISAS ANONIMAS En literatura, como en religión, como en política y como en todo, hay mixtificaciones ó supercherías; y para mí entra en el número de ellas la epístola en silva que, con el seudónimo de Amarilis, dirigió á Lope de Vega, en 1620, una dama huanuqueña. Menéndez y Pelayo cree á pie juntillas en la existencia real de la poetisa, y forzando, con el admirable talento que le es propio, la disquisición, llega hasta á bautizarla con el nombre de doña María de Alvarado.—En Huánuco, agrego yo, no ha faltado vecino que, estimándola como ascendiente suya, la llamó doña María de Figueroa; y hasta hay quien la supone hija de don Diego de Aguilar, autor de un poema titulado El Marañón, que no debe valer gran cosa, pues aun se conserva inédito en un archivo de España. El poeta fué un español avencidado en Huánuco.

También la limeña Clarinda (que escribió en 1507), á quien Cervantes nos presenta no como madre de gallardos infantes sino de unos robustos tercetos En loor de la poesía, antójaseme que es otra mixtificación, y tan clara como la luz del medio día.

No es esto decir que niegue yo, en la mujer americana de aquellos siglos, ingenio para el cultivo del Arte; y ciertamente, que halagaría mucho nuestro amor propio ú orgullo nacional el que fuese verdad tanta belleza.

La educación de la mujer, en el siglo xvii, era tan desatendida que ni en la capital del virreinato abundaban las damas