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Mis últimas tradiciones


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Fué en 1785 cuando empezó á ponerse en boga la galana suerte de capear á caballo, desconocida entonces aún en España, y en la que fué tan eximio el marqués de Valle Umbroso, don Pedro Zavala, autor de un libro que se publicó en Madrid por los años de 1831, con el título:—Escuela de caballería, conforme á la práctica observada en Lima.—El capeo á caballo, dice el señor de Mendiburu, no se hizo al principio por toreros pagados, sino por individuos que tenían afición á ese ejercicio; y aun las personas de clase no se desdeñaban de ir á buscar lances que los acreditasen de jinetes y de valientes. Sólo desde fines del siglo pasado los capeadores de á caballo fueron asalariados.

Los matadores y banderilleros españoles de esa época eran Alonso Jurado, Miguel Utrilla, Juan Venegas, Norberto Encalada y José Lagos (a) Barreta.


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Los mejores capeadores de á caballo que han entrado al redondel de Lima, fueron Casimiro Cajapaico, Juana Breña (mulata) y Esteban Arredondo.

En elogio de Casimiro Cajapaico, dice el marqués de Valle Umbroso en su ya citado libro:—Era muy jinete, y el mejor entrenador que he conocido: siempre que lo veía á caballo me daban ganas de levantarle estatua. Después de esto de la estatua, no hay más que añadir: apaga, y vámonos.


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El 22 de Abril de 1792 se dió en Acho una corrida á beneficio de las benditas almas del Purgatorio. No lo tomen ustedes á risa, que allí está el listín.

Cogido por un toro el banderillero español José Alvarez fué á hacer compañía á las beneficiadas, que no tuvieron poder bastante para librarlo de las astas de un berrendo de Bujama.