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Ricardo Palma

narca que considere en autoridad de cosa juzgada todo lo relativo á la deposición de Pezuela; que declare odiosa la memoria de Olañeta; y que estime merecedores de nacional aprecio y de sus reales bondades á los vencidos en Ayacucho. No era poco pedir.

El afecto filial conquista siempre simpatías, y confieso que muy cordial me la inspira el señor conde de Torata, al intentar la defensa de los errores y extravíos políticos del que le legara su nobiliario título y su apellido histórico.

Como peruano, debo y quiero reconocer que la rebelión de Aznapuquio significó, para la causa patriota, tanto como una batalla ganada á España. Todo el elemento civil de la capital, impresionado por el escándalo que dió el militarismo, se hizo partidario de la Independencia. Y nada de forzado, sino de muy lógico y natural, hubo en ello. El motín personalista de Aznapuquio desmoralizó por completo una sociedad acostumbrada, por cerca de tres siglos de administración colonial, á mirar con profundo respeto el principio de autoridad civil, hasta creer la persona del virrey tan sagrada é inviolable como la del monarca.

Pero tratándose de juzgar un hecho histórico, pongo aparte mi condición de peruano, desciendo del campanario de mi parroquia, ceso de ver las cosas por el lado egoista del beneficio reportado, y échome á discurrir con criterio desapasionado, recto, independiente. Yo no conocí ni traté, como el general Mendiburu, á los políticos españoles de 1821; los juzgo sin personales antipatías ni interesados afectos. Ruego, pues, al señor conde de Torata, que en mi manera de apreciar la revolución de Aznapuquio [1] tres cuartos de siglo después de acontecida, no vea más que la opinión individual de uno de tantos aficionados á estudios sobre el pasado del Perú. En la página 12 del libro, el señor conde me honra con gratulatorias palabras por los conceptos justicieros que dedico al general Valdés en varias de mis Tradiciones, si bien lamentando que, en una de ellas, al llamar á La Serna virrey de cuño falso, virrey carnavalesco y de motín, revele, muy á la

  1. Aznapuquio. Vocablo quechua que significa manantial hediondo.