Página:Mis últimas tradiciones peruanas y Cachivachería (1906).pdf/98

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
90
Ricardo Palma

scráfico y que, por ende, los frailes lo trataban con mucho mimo, consideración y respeto.

Este don Juan Capistrano militó, en los tiempos del virrey Amal, entre los guardianes del fortín que, en las riberas del río Perené, se levantara para defender esa región de un ataque de indios salvajes, los que al cabo asaltaron el fortín con éxito para ellos. Entre las ruinas se conserva todavía un cañón fundido en el Perú, en el que se lee la inscripción siguiente: . QUIEN A MI REY OFENDIERE Á VEINTE CUADRAS ME ESPERE 1741 AVE MARIA.

Una pulmonía doble, de esas que no perdonan, atacó de improvíso á Capistrano; y cinco galenos, en junta, declararon que la enfermedad era tan incortable como un solo de espadas con cinco matadores, salvo un renuncio, obra de la Providencia. Pero, como ésta no quiso tomar cartas en el juego, tuvo el paciente que emprender viaje al otro barrio.

Yacía, tibio aun, el cadáver en el dormitorio, del que cuídaban, en una habitación vecina, dos mujeres abrumadas de sueño y de cansancio, cuando se les apareció un franciscano, con capucha calada y brazos cruzados sobre el pecho, quien las dijo: —Hermanitas, ya queda amortajado el difunto. Y dicho esto, desapareció, dejando patidifusas á las guardianas que no habfan visto entrar alma viviente en el cuarto mortuorio.

La esposa de Capistrano hizo llamar al padre guardián, que era de los íntimos de la casa, y éste la aseguró que ninguno de sus recoletos había puesto pie fuera de claustros después de las ocho de la noche. La única novedad ocurrida era que la efigie de san Francisco había amanecido despojada de hábito, capilla y cordón, prendas con las que aparecía amortajado el difunto, al que se hizo muy pomposo entierro, dándose sepultura al cadáver en el cementerio vecino á la huerta, •