Por estas razones la dirigencia azteca decide recibir al embajador y su multitudinaria comitiva. Además le ordena al tlatoani que reciba en las puertas de la ciudad a Cortés. Esta acción fue un orden que Moctezuma acató. No fue su voluntad, pese a todas las mentiras de los historiadores hispanistas.
La dirigencia mexica piensa que haciéndose el protocolo de la restitución de Quetzalcóatl, los enviados regresarán al Oriente, por donde habían llegado y a donde residía Quetzalcóatl. Esto lo hará más tarde, al convocar a todos los tlatoanis de los Señoríos tributarios para recibir las disposiciones que les enviaba Quetzalcóatl a través de “su embajador”.
“Cuando se hubieran ido los españoles
se pensó que de una vez se iban,
que para siempre se habían ido.
Que nunca regresarían, nunca jamás darían la vuelta…”
Fray B. Sahagún pág. 790.
Al interior de la nobleza mexica existe una gran división. Unos
aceptan a Cortés como embajador y otros pretenden
eliminarlo como un usurpador. Los macehuales, la gente del
pueblo, en general no querían a los europeos y menos con su
comitiva que eran, los enemigos jurados de Tenochtitlán.