Era una institución sagrada para tomar prisioneros y sacrificarlos con el objetivo de sostener al Quinto Sol.
Era potestad del Tlatócan,[1] tenían rigurosos mandos y complejos procedimientos.[2]
Estaba prohibido matar al adversario y era severamente castigado.
Tenían un riguroso protocolo y se podía pedir el cese de las hostilidades en cualquier momento. Las contiendas se pactaban en tiempo, lugar y número de guerreros.
Los combates no se hacían en ciudades y no existía el saqueo. En casos extremos existía la destrucción de la ciudad tributaria por traición como castigo.
Los ejércitos tenían jerarquías muy respetadas, mandos
otorgados por méritos en batalla y ni los hijos de los nobles
podían pasar por alto estas reglas.
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- ↑ Consejo Supremo, integrado por ancianos sabios que había servido a la comunidad con eficiencia.
- ↑ La declaración de guerra se llevaba a cabo después de muchos formalismos y protocolos, a través de un largo y complejo ritual.