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Ixtlilxóchitl, el guerrero texcocano, atacó la ciudad desde el lado opuesto para distraer a los aztecas. En efecto, los pocos europeos que salvaron la vida no fue por “gracia divina” o por “su bravura para pelear”, fue como siempre, gracias a la intervención y apoyo de sus aliados indígenas, especialmente de Ixtlilxóchitl, quien fue el estratega de la derrota mexica. La historia verdadera es que fue una lucha de anahuacas contra anahuacas, muy bien auspiciada y dirigida por las intrigas y
mentiras de Cortés.
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