“Pero “los dioses”, lejos de recibirlo con la prometida deferencia que correspondía a un parlamentario, se apoderan de él cual trofeo de montería, e incluso se desató una agria disputa entre García de Holgín y su jefe Gonzalo de Sandoval, sobre a quién le pertenecía el prisionero. Al ver Cuauhtémoc que la plebeyez de los popolocas y la furia de sus aliados violaban la inmunidad de los embajadores y pretendían considerarlo su cautivo, no perdió el tiempo en reclamaciones ni en mendingar otro destino, sino protestó orgullosamente su tranquilidad de conciencia de haber defendido hasta lo último su ciudad, y exigió su derecho a ser divinizado, devorando Malinche-Quetzalcóatl la flor roja de su corazón:
“Señor Malinche, ya he hecho lo que soy obligado en defensa de mi ciudad y vasallos, y no puedo más, y pues vengo por fuerza preso ante tu persona y poder, toma ese puñal que tienes en la cinta y mátame luego con él.” José Luís Guerrero. 1990.
Una civilización única en el mundo, que
a lo largo de siete milenios y medio de
desarrollo humano. Que después de
haber inventado el maíz, la cuenta
perfecta del tiempo, el cero
matemático y un largo etcétera, NO
INVENTÓ ARMAS. En efecto, las armas
que nuestros Viejos Abuelos recibieron
de la época prehistórica, es decir, la
lanza, el arco y la flecha, el escuda y el
mazo, así como la honda, fueron
exactamente las mismas con las que
enfrentaron a los invasores europeos.
Esto nos habla de una forma de vida y de una interpretación
de las relaciones humanas y comunitarias sustentadas en el
respeto y la equidad. La Guerra Florida fue una institución de
carácter filosófico espiritual a lo largo de más de tres mil
años. Fueron las reformas de Tlacaelel y los mexicas, las que
cambiaron esta milenaria cultura por una efímera visión
materialista del mundo y la vida que duró, menos de 81 años.