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colonizador en el que, se diría hoy, “los costos colaterales” no tuvieron la menor importancia.
Más de cincuenta millones de personas fueron exterminadas, pueblos y culturas totalmente desaparecidas, millones de personas condenadas a la esclavitud y sobre todo, a la pérdida de su cultura, su lengua, su religión, sus valores estéticos, sus formas de organización y gobierno, su forma de vestir, comer, trabajar y construir el futuro de sus hijos. Sometidos sus pueblos a lo largo de cinco siglos a la explotación e injusticia, y al despojo y la depredación sistemática de sus recursos naturales. Lo más dramático de este hecho es que continúa impunemente hasta la actualidad.
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