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112 EL PADRINO

puso á contemplar con honda tristeza aquel semblante demacrado que anunciaba clara- mente un fin próximo.

Una tierna piedad por el hombre que la había hecho desgraciada, pero que la había amado mucho, invadió su alma y murmuró llorando:

Ha sido mi bienhechor y no he sabido amarle... ¡Yo sov más culpable que él!...

Ocho días después, Margarita era viuda,

Los últimos días de don Pedro fueron los más dichosos de su existencia, Confortado por la religión y el cariño de Margarita, ex- piró con el alma llena de una dulce sereni- dad, sintiendo entre las suyas las manos de su esposa y de su hija.

Margarita le lloró sinceramente. El cambio que en los últimos tiempos se efectuara en el carácter de don Pedro y la compasión que experimentó al comprender cuanto había su- frido, abrieron paso al cariño en el alma pura y noble de la joven; de manera que las lágrimas que derramó no fueron motivadas por la necesidad de fingir ante el mundo sino hijas de un dolor verdadero.