DE CECILIA 13
para hacer los deberes que debían presentar, al día siguiente en la escuela pública, donde su madre los enviaba. Julieta no asistía ya pues tenía que ayudar á coser á su madre y á su hermana.
La más pequeña de los hermanos, que con- taba cinco años apenas, se había quedado dor- mida, con la rubia cabecita apoyada sobre la mesa, y, á una señal de su madre, Julieta la tomó en brazos para llevarla á acostar.
Margarita y su madre prosiguieron activa- mente la tarea, sin embargo la señora pare- cía distraerse por imomentos, abandonaba la costura y fijaba con cierta ansiedad, la vista en el hermoso rostro de su hija mayor, como si quisiera revelarle algo de importancia; pero luego se contenía y sólo le dirigía la palabra sobre asuntos indiferentes.
Al dar las nueve, la madre mandó acostar á sus hijos menores y quedó sola con Mar- garita, que había concluido su tarea y apo- yaba, fatigada, en su pequeña mano, su blanca frente coronada de rizos oscuros.
Era en verdad, una niña muy hermosa Mar- garita; alta y admirablemente formada, á pe- sar de que el trabajo y las privaciones la habían adelgazado. Sus facciones, suaves y correctas, estaban como iluminadas por unos ojos pardos, rasgados y de mirar dulcísimo. Negras y sedosas pestañas parecían formar