DE CECILIA Z1
luego fijó la vista en su sobrino y por último se levantó y se puso á pasear con la cabeza inclinada y las manos en los bolsillos.
Juana y Eduardo entablaron familiar con- versación. -
— ¿Qué tendrá papá > — preguntó de pronto la joven á su primo. Parece que quisiera decirnos algo y no se anima.
En efecto, Real, ora se paraba delante de los balcones como para contemplar la lluvia que seguía cayendo, lenta y monótona, ora se detenía delante de los jóvenes como para hablarles; pero no lo hacía y continuaba pa- seando.
Esta escena se prolongó por más de un cuarto de hora. Los jóvenes prosiguieron su conversación, en voz baja y don Pedro su paseo; la luz de la tarde dejó de filtrar por los cristales y la salita quedó envuelta en una semi-oscuridad.
Como si la sombra hubiera resuelto por fin á Real, volvió á tomar asiento al lado de los jovenes y les dijo:
— Tengo que comunicarles una cosa.
— Ya escuchamos, contestó Eduardo, mien- tras Juana se contentaba con mirar á su pa- dre, curiosa é inquietamente á la vez.
—Pues es esta, qué no se lo que les pare- cerá: me caso.
Los jóvenes hicieron un movimiento de