32 EL PADRINO
Lo único que lograría sería indisponerme con él, .
Por otra parte, aunque es triste para mí ver que otra ocupará el lugar de mi pobre madre, casi me felicito de que se case, pues sólo así me permitirá casar á mí también, sin su acostumbrado pretexto de que soy muy joven. Cuando me lo vuelva á decir le contestaré que más joven es la que va á ser su esposa y dejará de oponerse á que Héc- tor y yo seamos felices. Sin embargo, siento mucho que, si quieres á Margarita vayas á ser desgraciado.
— Ya te he dicho que no te preocupes por eso. Ya verás que pronto busco novia.
Eduardo mentía. Estaba seguro de que su amor por Margarita no sería un capricho pa- sajero; pero sentiase herido en su orgullo y además no quería oponerse á la felicidad de su tío. Por otra parte, pensaba que Margarita estaba en su derecho, casándose con quien mejor le pareciera, puesto que él jamás le había dirigido una palabra de amor.
No obstante la inmensa pena que experi- mentaba hizo tales esfuerzos por mostrarse tranquilo y alegre, que al fin Juanita se en- gañó y recobró su buen humor, creyendo que el amor de su primo no era tan pro- fundo como ella imaginara.
Sin embargo, temeroso Eduardo de no po-