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que no hay sobre la tierra otro mundo que aquel que nuestros ojos ven y nuestras manos palpan.

El mundo invisible es una fantástica creación de la loca de la casa, como un poeta llamó á la imaginación.

Las alucinaciones á que se halla expuesta la sensible naturaleza del hombre, han hecho pensar en muchas cosas que no existen en la realidad.

Además, el hombre es de suyo supersticioso, y solo la instrucción, el conocimiento elemental de las ciencias, dando la explicación de los fenómenos físicos, puede disipar esa inclinación natural á dar vida espiritual á lo que es sólo una transformación ó un movimiento de la materia.

El paisano de nuestros campos, que no sabe que el fuego fátuo es un ténue gas inflamable al contacto del aire, que se desprende, nó del alma del muerto, sinó de la grasitud de su cuerpo, huye de la luz mala como del mismísimo demonio, huye de la llamita fugitiva, siendo capaz de mantenerse sereno en la lucha más encarnizada de hombre á hombre, ó de uno contra ciento.

Dos causas, pues, explican esos relatos que parecen inverosímiles, que se narran en el campo y aún en las ciudades.

Esas dos causas son la superstición y la alucinación.

El episodio de la vida de Máximo Perez, que pasamos á referir, preocupó muchísimo al caudillo oriental.