–¿En qué se conoce, dime, que uno está enamorado y no solamente que cree estarlo?
–Mira, más vale que dejemos esto y hablemos de otras cosas.
Cuando luego volvió Augusto a su casa tomó en brazos a Orféo y le dijo: «Vamos a ver, Orfeo mío, ¿en qué se diferencia estar uno enamorado de creer que lo está? ¿Es que estoy yo o no estoy enamorado de Eugenia?, ¿es que cuando la veo no me late el corazón en el pecho y se me enciende la sangre?, ¿es que yo no soy como los demás hombres? ¡Tengo que demostrarles, Orfeo, que soy tanto como ellos!»
Y a la hora de cenar, encarándose con Liduvina le preguntó:
–Di, Liduvina, ¿en qué se conoce que un hombre está de veras enamorado?
–Pero ¡qué cosas se le ocurren a usted, señorito...!
–Vamos, di, ¿en qué se conoce?
–Pues se conoce... se conoce en que hace y dice muchas tonterías. Cuando un hombre se enamora de veras, se chala, vamos al decir, por una mujer, ya no es un hombre...
–Pues ¿qué es?
–Es... es... es... una cosa, un animalito... Una hace de él lo que quiere.
–Entonces, cuando una mujer se enamora de veras de un hombre, se chala, como dices, ¿hace de ella el hombre lo que quiere?