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AL MARQUÉS DE SÉVIGNÉ 95

de la exactitud geométrica de vuestro talento, de la fidelidad de vuestra memoria, etc.? Si no tenéis, mar- qués, más que esas ventajas, ú algunos talentos agra- dables no las dulcifican, he recogido sus votos : lejos de agradarles, les pareceréis un censor temible. y la timidez que les ocasionaréis desterrará el entusiasmo que se hubieron permitido si fuerais de otro modo. Como en efecto, atreverse á ser amable con un hombre que os inquicta por su sangre fría, que os examina, que no se entrega. No estamos contentas si no con los que se arriesgan con nosotras. En una palabra, dema- siado circunspección hace sobre el alma de los demás lo que un viento frío sobre un hombre que sale de un cuarto caliente. Quiero decir, que la reserva en que nos encerramos estrecha las puertas del corazón de los que nos rodean y no osan desahogarlo.

Guardaos pues bien, marqués de llevar el hielo á la galantería, no queriendo mostrar más que vuestras bellezas. Debéis haber leído que se agrada más por amables defectos que por cualidades esenciales. Las grandes virtudes son piezas de oro de que se hace menos uso que de la pequeña moneda.

Esta idea me trae el recuerdo de esos pueblos que, en lugar de nuestros metales, no tienen más que con- chas como signo de sus cambios. ¿ Creéis que esos pue- blos no son tan ricos como nosotros con todos los tesoros del nuevo mundo? Parece al principio que esta riqueza es una verdadera pobreza; pero pronto nos desengañamos al reflexionar que los metales no tienen otro valor que el que les atribuimos. Nuestro oro seria entre esos pueblos moneda falsa. Las cualidades que llamáis esenciales son lo mismo en la galantería, no hace falta más que rodajas. ¿Oué importa cuál sea el signo convencional con tal de que se haga el comercio ?