CARTA IX
Habéis tomado muy á lo serio lo que os decía en mi última. He blasfemado contra el amor; le he degradado llamándole necesidad. Según vos, pensáis más noblemente. Lo que os pasa es la prueba de ello; nada imagináis más allá del sentimiento puro y delicado de vuestro corazón. Ver á la condesa, decirla frases dulces, oir su voz argentina, prodi- garla mil pequeñas atenciones : he aquí la extensión y el término de vuestros deseos, y todo eso constituye para vos la suprema felicidad. Lejos de vos esos sentimientos groseros con los que sustituyo vuestra sublime metafísica. Sentimientos hechos para las almas terrestres, ocupadas únicamente con los pla- ceres sensuales.¡ Cuán grande mi error! ¿Cómo ima- ginar que la condesa se dejase amar por motivos tan poco dignos de ella? Si ella supusiera en vos seme- jantes pensamientos, ¿no os expondríais infalible- mente á su odio, á su desprecio, etc., etc.?
¿No son esos los inconvenientes que oponéis á mi moral? ¡ Pobre marqués ! Os habéis equivocado sobre las verdaderas causas de vuestros sentimientos. Pres tadme toda vuestra atención; quiero sacaros del
