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AL MARQUÉS DE SÉVIGNÉ 141

“fisárselo 4 sí misma. ¿Hay cosa más deliciosa que la Ede ver á un corazón interesarse sin darse cuenta de «ello. enardecerse por grados y enternecerse por “último. ¡ Qué voluptuosidad la de gozar en secreto

de todas esas fases de la pasión, pudiendo dirigir

¡los movimientos de un corazón, acelerarlos y conse- . guir la victoria antes de que la bella sospeche su

  • derrota! No os ha dicho os amo; pero si no lo ha
  • dicho es porque 0s ama; y por persuadiros de ello

ha hecho cuanto ha sido necesario.

Las mujeres con todas esas cosas no saben qué camino tomar. Desean tanto como vos confesar el amor que tanto os empeñáis en que se os declare; pero ¿qué le vamos á hacer, marqués? Las mujeres han agregado cierta vergiienza, cierto rubor á la con- fesión sincera de su pasión; esa confesión nos humilla siempre; por poca experiencia que tengamos senti- mos todas las consecuencias que han de sobrevenir. El yo os amo en si mismo nada tiene de peligroso, pero las consecuencias nos asustan. Además, vuestra per- severancia, exigiendo esa declaración, es menos efecto de vuestro amor que de vuestra vanidad; os equivo- cáis sobre los verdaderos motivos de esa insistencia. La naturaleza nos ha hecho presente de un admirable instinto que nos hace discernir con precisión todo lo que mace de la pasión y lo que á ella es extraño. Siempre indulgentes con los efectos que produce un amor que hemos inspirado, os perdonaremos las im- prudencias, los arrebatos, todas las locuras de que sois capaces los amantes; pero desde el momento del encuentro de vuestro amor propio con el nuestro, sere- mos intratables. ¿Quién lo creería? Nos disgustáis por las cosas más indiferentes á vuestra felicidad. Vuestra vanidad se preocupa de minucias y os impide sabo-