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AL MARQUÉS DE : EVIGNÉ 171

táis persuadidos de que apartsmos de nosotros con más altivez á los que más tem-:. os; los aleja nuestra virtud, porque no está muy se; ura de resistirlog. Y algunas veces hace más : va á desafiar al enemigo no alreviéndose á esperar sus ataques, porque la resis- tencia, el valor de una mujer son capaces de un prime: esfuerzo, pero rara vez es durable este esfuerzo. 13: 2xceso mismo de violencia es la causa de su cotu: duración. El alma no tiene más que un grado ús fuerza; agotada por lo que este esfuerzo le cuesta, s:: abandona al cansancio y pronto se desanima por el sentimiento de su debilidad. Algunas hay que sos- tienen con audacia el primer choque de un enemigo temible, pero en el segundo se asustan al ver la magni- tud del peligro. Una mujer convencida de que ha hecho todo lo posible para defenderse de una incli- nación que la arrastra, satisfecha de los combates que ha sostenido, llega pronto á pensar que nada vale su resistencia contra el poder del amor; si todavía se mantiene firme, no es por sus propias fuerzas sino por las que nacen de la idea que ha dado de su energía al que la alaca, de la timidez que ha inspirado en los primeros momentos de su resistencia. Por poco razo- nable que sea, ella comienza oponiendo una bella defensa; pero por desgracia, vosotros adivináis el medio de vencerla, perseveráis en el ataque y ella no es infatigable. Y sois tan poco delicados; que con tal de obtener su corazón, poco os importa deberlo á vuestras importunidades ó á su consentimiento. El exceso de precauciones que contra vos adopta os hace ver cuánto os teme. ¿Si la fueseis indiferente se to- maría la pena de huiros? Os respondo de que no os haría el honor de temeros. Yo sé cuán poco razonables son los amantes. Hábiles para atormentarse, la cos-