CARTA XXXI
¡ Cuántas cosas tengo que deciros, marqués! Me disponía á cumplir mi palabra y proyectaba poncr en juego toda mi habilidad para sacar á la condesa su secreto y la casualidad me ha servido admirable» mente. Vos no ignoráis la confianza que tiene con M. de la Sabliére. Estaba con él en uno de los bosque- cillos del jardín; atravesaba yo un plantío para unirme á ellos, y ya estaba á punto de abordarlos cuando vuestro nombre llegó á mi oído. He detenido mi paso, he oído todo y me apresuro á contaros su conversación, palabra por palabra.
« No he podido ocultar á vuestra penetración mi inclinación por M. de Sévigné y no podéis conciliar la seriedad de una pasión tan decidida con el carácter de frivolidad de que hago gala. Aun os extrañaréis más, si os confieso que mi carácter exterior no es el verdadero, que la gravedad que ahora 0s admira no es más que una vuelta á mi primer estado; mi carác- ter exterior era producto de la reflexión. Tal vez ima- ginéis que las mujeres no saben disimular más que sus defectos; de cuando en cuando van más lejos y yo soy un ejemplo : disfrazan hasta sus virtudes y,
