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AL MARQUÉS DE SÉVIGNÉ 219

4 M. de Saint Evremond, le interrogué sobre ese punto. Hc aquí su respuesta :

CARTA DE M. DE SAINT-EVREMOND Á MADEMOJSELLE DE LENCLÓS.

« Pienso exactamente igual que vos; no es siempre el himeneo ó la posesión del objeto amado lo que destruye el amor; las verdaderas causas del disgusto que experimenta el que ama son * la posesión dema- siado completa, demasiado fácil, demasiado continua, la escasa inteligencia que se pone al servicio del sen- timiento. Desde el momento en que nos entregamos á todos los arrebatos de una pasión, esas grandes sacudidas del alma la dejan en la más profunda so- ledad. El corazón se encuentra entonces en un vacío que la inquieta y le causa frialdad. En vano busca- mos fuera de nosotros las causas de la calma que sucede á nuestros arrebatos; no vemos que una feli- cidad más igual y más durable hubiera sido el fruto de nuestra moderación. Haced un exacto análisis de lo que pasa en vos cuando deseáis alguna cosa, y hallaréis que vuestros deseos no son más que una verdadera curiosidad. Esta curiosidad es el resorte del corazón. Si se encuentra satisfecha, nuestros deseos se desvanecen. La que quiera conservar el amor de un esposo ó de un amante, debe dejarle siempre. algo que desear; cada día debe prometerle una novedad para el siguiente. Diversificad sus pla- ceres, procuradle los atractivos de la inconstancia en el mismo objeto, y respondo de su perseverancia y de su fidelidad.

» Confesaré, sin embargo, que el himeneo, ó lo que llamáis la caída, es, para una mujer vulgar, la tumba